En La reproducción prohibida, Magritte, nos presenta a un hombre joven de pie, de espaldas, frente a un espejo que no devuelve su cara sino la repetición de su dorso. Un espejo no posee capacidad de decisión, pero la imagen especular es presencia de un referente que no puede estar ausente. Nuestra vacilación perceptiva frente al cuadro queda paliada con el libro reflejado convencionalmente. Podríamos aducir que este espejo no invierte izquierda y derecha sino frente y dorso, sin embargo, un espejo no invierte nuestra figura, refleja lo que se le muestra. ¿Se tratará, entonces de la misma persona? ¿Es real o virtual?
Como podemos apreciar, la imagen se presenta desde la perspectiva de un tercero, separado del espejismo y el objeto que lo produce. Este observa de manera inquietante el hombre ante el espejo y la fantasmagórica reproducción de su torso, por lo tanto la reproducción del joven no depende ni de la situación ni de su propio cuerpo, depende de la percepción de aquel sujeto inquietante al que llamaremos “tercero”. Su percepción constituye dentro del cuadro la virtualidad real que lo caracteriza, pues de su acto de consciencia nace lo “imposible” que además de nacer como concepto formal se da en el mundo, es decir, supone una realidad creada desde su propio acto de conciencia, donde lo percibido o incluso imaginado aparece como real en su pensamiento y se da como objetivamente verídico en el mundo.
Como podemos apreciar, la imagen se presenta desde la perspectiva de un tercero, separado del espejismo y el objeto que lo produce. Este observa de manera inquietante el hombre ante el espejo y la fantasmagórica reproducción de su torso, por lo tanto la reproducción del joven no depende ni de la situación ni de su propio cuerpo, depende de la percepción de aquel sujeto inquietante al que llamaremos “tercero”. Su percepción constituye dentro del cuadro la virtualidad real que lo caracteriza, pues de su acto de consciencia nace lo “imposible” que además de nacer como concepto formal se da en el mundo, es decir, supone una realidad creada desde su propio acto de conciencia, donde lo percibido o incluso imaginado aparece como real en su pensamiento y se da como objetivamente verídico en el mundo.
Excelente análisis. Sólo para complementar, el misterioso hombre que plasmó Magritte es el mecenas y pintor Edward James y como éste era gran admirador de E. Allan Poe, el libro que aparece a su lado es "Las aventuras de Arthur Gordon Pym". Saludos.
ResponderEliminarMuy acertada tu info , no sabia de su pasión por Poe
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