martes, 18 de enero de 2011

La invención colectiva (1934)


   El cuadro muestra una sirena, el mítico personaje mitad pez y mitad mujer, pero lo muestra de una forma particular: el torso es de pez y las piernas de mujer. La interpretación mas corriente al ver el cuadro es que hay un error, ya que todos “sabemos” que las sirenas no son así, que en realidad tienen un torso de mujer y en lugar de extremidades la cola de un pez y he aquí donde surge el problema.
La “transformación” de la imagen de sirena deconstruye el orden existente entre las imágenes, las palabras, y las cosas, y al hacerlo nos permite ver hasta que punto estamos sujetados a un concepto de realidad construido, a verdades que suponemos objetivas e indudables, pero que sin embargo no son otra cosa que el producto de un efecto discursivo hecho cuerpo por nosotros y nosotros mismos. El significado que atribuimos a las palabras y las imágenes que tenemos del mundo colapsa ante la irrupción de una multitud de significantes que lejos de constituir una explicación de la imagen, cuestionan lo que definimos como real. Las sirenas no existen pero de alguna manera son reales en la medida en que las asociamos con una forma determinada aunque para nuestra percepción y conciencia es posible aparecer y ser pensadas, de manera diferente.
El pintor nos demuestra que esa percepción lejos de ser subjetiva, en el sentido de producida por nuestra mirada individual, la sirena constituye una verdadera invención popular, una “invención colectiva”, un concepto construido, en definitiva “ canto de sirena”
Con lo cual la experiencia de una sirena invertida no ha de ser desplazada al terreno de lo no verídico, pues aferrándonos a la inmanencia indubitable de nuestra percepción “la “sirena invertida”, al igual que los gigantes que de Don Alonso Quijano, tienen el mismo derecho a poseer el valor de lo real.

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